La arena como ceniza
el cuerpo muerto esperando el
alba
afuera el aullido domina la marea
y los cipreses son la mujer del
pescador
un puñado de sal ha teñido el
vidrio
débil es la huella que la luna
deja
sobre la duna que molde y
trazo
marca de otros en la que yace
le ruido blanco de esa otra marea
acunado contra su seno
de espaldas el horizonte mira
displicente el rostro con fauces
de oro
aplasta las sienes y tiñe
nuevamente
los extremos se ablandan
la piel reclama lo que el mar
cree es suyo por derecho
los parpados ceden víctimas del
peso
menguante el suspiro sobre los
puños
no hay otra carnada mas la propia
colgado de puntillas contra el
suelo
la helada caricia abraza la carne
arrancando el verso de los labios
alta la vista buscando una
imagen
la pisada torcida donde responde
silente el viento contra el borde
no hay mas calma que la misma
el golpe como un eco sobre la
ribera
buscando la marca indeleble
una vez más el cielo se enturbia
con claridad la mancha en
el espejo
traza la ruta a la bandada
errática
comida en tránsito fuera de
alcance
mas la sombra se alimenta de otra
bocado contra bocado contra acero
contra el cuerpo muerto esperando
el alba
manchas en la superficie como
lentejuelas
la marca del quejido una última
bocanada
persiguiendo el faro como la
travesía
Ulises atado al mástil de un
naufragio
con la cara caída arrimas la
barca
boca abajo río arriba mar adentro
con el pecho rojo descubierto
desde dentro
el frío toque del retorno de la
ola
describe las pisadas en el lecho
oscuro
con la arena entre los dientes
negra como ceniza