24 diciembre 2009

La vida misma

Podría gritar tu nombre
la eternidad fragmentada
y verme estirado en el tiempo
sobre nuestros cuerpos
helados por la distancia
desgarrando planos
y espacios recurrentes
con tu abrasividad típica
de leonas en furia ciega
y aun así no recobrar
los minutos muertos
de mi ausencia impropia
de infantiles tratos rudos
y de tácitas presencias
en una eternidad fragmentada
indolente ante la verdad
dolores que se hacen agua
y caras deshechas en llantos
sobre tantas muertes en vida
y las anécdotas son solo pasares
ni buenos, ni malos, ni son
cosas que recordemos bien
entre tanta capa de polvo
y tantos malos amores
podría gritar tu nombre
a ver si estamos otra vez
caminando a casa de noche
y nuestros pies desnudos
juegan con la vereda coqueta
tibia, como los abrazos de madre
el infinito hecho pedazos
la tentativa de asir tu mano
y la mirada sucedida del hecho
y los besos rápidos y profundos
a vista y paciencia de todos
jurando estar escondidos
tomándote los pechos con culpa
besándote a ojos cerrados
mientras el mate se enfría
y el pomelo hace agua tan pronto
con la complicidad en la mirada
y la negación a pedir de boca
jugábamos a ser amantes
y la eternidad se fragmenta
otra vez, y de vuelta al hoy
en el que persigo un fantasma
una imagen borrosa de ti
y de unas cartas amarillentas
que son la puerta a otros tiempos
infinitos fragmentos de eternidades
que evaden falsos dolores
que buscan refugio en la nieve


Bruno Rogelio Bontá Pinuer, chileno.


Con este poema participo en el segundo Concurso de Poesía de Heptagrama

11 diciembre 2009

Playa

Los soles cristalinos
acurrucan arenas ocres
bajo las sombras pálidas
cuyos colmillos hirieron
las febriles olas claras
de los vaivenes sutiles
de la marea somnolienta
que corre por las orillas
en busca de cabezas dormidas
entre espacios y pleamares
con los pies semi enterrados
fijando rumbo norte
por las orillas pavimentadas
de un borde sueños-luz de aquí

Abres la boca
Tu lengua sugerente
La leche gotea

06 diciembre 2009

Al otro lado de la puerta

Son las orillas del concreto
máquinas orquestando
mi estadía en el purgatorio
nadas más que un golpeteo
en la muralla

Los designios
de un Dios negligente
quien se ríe entre dientes
mientras nos da de comer
las mismas migajas
que acostumbramos a cagar

Sangremos

Son las heridas flojas de ayer
las sangrantes, las que duelen de noche
como si el corazón quisiera galopar errante
tomar otro lugar en el cuerpo celeste
intentando saciar fuegos perdidos
viejas derrotas que otrora escondíamos
tras las sombras del rubor vergonzoso
del que huyo cuando lo oigo llamar a la puerta
echado bajo las sabanas. Con los ojos cerrados
escupiendo verbos con un pudor negligente
como si llorando se fuera a ir de súbito
cohabitando con el miedo de salir dañado
mientras intento hacer las paces contigo
y quedar a mano en la historia oficial
para que la soledad no nos arañe el vidrio
todas las noches de imparcial ausencia tardía
como con miedo de dejar el rebaño
como cuando solo por las calles
como esa vez que tuvimos sexo y no hablamos
viviendo en pena el trémolo pecado original
de no abrir la puerta y enfrentar la calle
mientras las bestias aullan con fragilidad
los clamores de un placer que acordarnos quisiéramos