la eternidad fragmentada
y verme estirado en el tiempo
sobre nuestros cuerpos
helados por la distancia
desgarrando planos
y espacios recurrentes
con tu abrasividad típica
de leonas en furia ciega
y aun así no recobrar
los minutos muertos
de mi ausencia impropia
de infantiles tratos rudos
y de tácitas presencias
en una eternidad fragmentada
indolente ante la verdad
dolores que se hacen agua
y caras deshechas en llantos
sobre tantas muertes en vida
y las anécdotas son solo pasares
ni buenos, ni malos, ni son
cosas que recordemos bien
entre tanta capa de polvo
y tantos malos amores
podría gritar tu nombre
a ver si estamos otra vez
caminando a casa de noche
y nuestros pies desnudos
juegan con la vereda coqueta
tibia, como los abrazos de madre
el infinito hecho pedazos
la tentativa de asir tu mano
y la mirada sucedida del hecho
y los besos rápidos y profundos
a vista y paciencia de todos
jurando estar escondidos
tomándote los pechos con culpa
besándote a ojos cerrados
mientras el mate se enfría
y el pomelo hace agua tan pronto
con la complicidad en la mirada
y la negación a pedir de boca
jugábamos a ser amantes
y la eternidad se fragmenta
otra vez, y de vuelta al hoy
en el que persigo un fantasma
una imagen borrosa de ti
y de unas cartas amarillentas
que son la puerta a otros tiempos
infinitos fragmentos de eternidades
que evaden falsos dolores
que buscan refugio en la nieve
Bruno Rogelio Bontá Pinuer, chileno.
Con este poema participo en el segundo Concurso de Poesía de Heptagrama