No hay sosiego en el olvido
Rastro saldado en la boca
memoria perdida en placer
tras las puertas efímeras
la noche sucumbe temprana
amanecida en llanto
y un deseo oblicuo
el rastro de sal en la boca
la pertinencia inherente
La cohesión propia
de dos mañanas
que colisionan en el sur
de los cuerpos
que danzan entre ellas
1 comentario:
Me acuerdo que, cuando era una niñita con los mocos colgado siempre me espacapa a una pampa que se extendía detrás de mi antigua casa. Pasaran dos días, una semana o cuatro años, siempre vuelvo ahí.
Algo parecido me pasa con tu poesía. El solo hecho que exista me hace volver a ella, con el mismo gusto fresco e íntimo que desde el principio.
Gracias por ese regalo, ahora y siempre.
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